sábado, 28 de noviembre de 2009

Langweiligkeit 10 Festival @ Bink36, Den Haag (13-14/11/09)

En otra muestra de que los holandeses son capaces de llamar “underground” a cualquier cosa, el fin de semana del 13 y 14 de noviembre se celebró el Langweiligkeit 10, un festival de “electrónica underground”, en Bink 36, un antiguo complejo de edificios de correos y telégrafos, aquí en La Haya. El cartel prometía, indudablemente: Bogdan Raczynski, de Rephlex Records, discográfica de Aphex Twin, e iTAL tEK, uno de los principales artistas británicos de dubstep que no forman parte del sello Hyperdub, eran para mí su mayor atractivo, junto a algo que, en honor a la verdad, podría llevar a casi cualquier español a acudir. Sí, efectivamente, me refiero a que el festival era gratuito.

Por lo tanto, y tras convencer incluso a nuestros amigos menos interesados en la electrónica para que nos acompañaran con el siempre útil argumento de la gratuidad, montamos en nuestras bicicletas (bendito sea el inventor del carril bici) y nos dirigimos al recinto del festival.

Tratándose de este país, por supuesto, estaba claro que recibiríamos el procedimiento de bienvenida estándar: “¡Señores, vacíen sus bolsillos!”. Pese a que podría parecer una práctica de escasa utilidad si no va acompañada, como mínimo, de un rápido vistazo a las mochilas de los asistentes, lo que no suele ocurrir, los guardias de seguridad holandeses parecen pensar que el cielo caerá sobre sus cabezas si no registran que el montón de pañuelos usados de los bolsillos de un griposo no esconden navajas, pistolas o granadas, por lo que hay una gran posibilidad de que recurran a este método en cualquier discoteca o festival. A nadie parece importarle que esto colapse las entradas de modo que se tarde media hora en recorrer veinte metros; probablemente no sea más que otra diferencia cultural a la que tendré que acostumbrarme.

Una vez franqueado este obstáculo pudimos, por suerte, disfrutar de una sesión continua de dubstep y breakcore de unas cinco horas, de calidad variable pero sin llegar nunca a convertirse en insoportable, durante la que comprobamos que los jóvenes de este país, de no ser por la diferencia de tamaño, serían prácticamente indistinguibles de los tulipanes de sus campos: incluso con música a 140 beats por minuto, se limitan a oscilar como mecidos por la brisa. Dicho con más claridad: los holandeses no saben ir de fiesta. En todo caso, es de agradecer que sí sepan organizarlas; los inmigrantes se lo agradecemos.

Sí, esto fue hace dos semanas, y sí, sigo sin cámara de fotos. A lo primero respondo que soy vago y lento, a lo segundo que San Nicolás es el próximo sábado, si se sienten ustedes generosos.

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